Nos vamos

Mis vivencias en Nueva Orleans (NOLA)

El nueve de febrero de 2016 es Mardi Grass.

La fecha lleva marcada en mi calendario desde septiembre del año pasado, cuando visité New Orleans por primera vez y juré puño en alto, como la también sureña Escarlata, que volvería a visitar esa ciudad.

El verano pasado disfruté de un mes de ruta por Estados Unidos, visitando varias de sus ciudades más importantes. Con algo de perspectiva, con casi un año de distancia de ese viaje en el que estuve en el norte y en el sur, en el este y en el oeste del gran país, afirmo con rotundidad que New Orleans es única, bella, arrebatadora y pasional.

New Orleans es la reina del sur, la ciudad majestuosa que destila elegancia francesa y española en su arquitectura, pero arrabalera y bohemia en los barrios. Es la paz en el pequeño embarcadero del Mississippi frente a Jackson Square y la mayor fiesta en cualquiera de los múltiples bares de conciertos del French Quarter

Es perderte entre vinilos que sacas de sus envoltorios con la misma delicadeza con la que sostienes a un bebé, es lo que tienen las joyas, como la tienda de discos Louisiana Music Factory, en el 421 de Frenchmen St. (reliquias y discos que no llegaron a España por ocho o diez dólares, hace falta una maleta extra sólo para las compras).

Es dar un dólar a cada artista ambulante que te encuentras, hay que ir con mucho efectivo en el bolsillo, los hay en todas las esquinas y cada uno es igual de bueno o más que el anterior, sea un anciano de ochenta años o un niño de diez con un saxo.

En la misma plaza hay pitonisas que te leen el futuro en una bola de cristal o en las cartas del tarot, escultores que crean obras de arte a partir de materiales reciclados o piezas de coche, pintores que recrean en sus lienzos las calles de una ciudad que respira amor y humor, música, poboys (brutales los de Mother ́s restaurant, 401 de Poydras St.) y jambalayas, aligator burguers y hurricanes (el patio del restaurante Gumbo Shop es para soñar, en el 630 de Saint Peter St.) Es el paraíso del picante, incontables tipos de salsa para lo que quieras, es enamorarte del Garlic Fire y traerlo por botes aún a riesgo del estropicio que puedas hacer en la maleta. Son los cristales de los bares con su calendario mensual de conciertos, una auténtica agenda de ocio a la vista de todos (The Spotted Cat, en el 623 de Frenchmen St. es el icono)

Es una ciudad asolada por un huracán que es un huracán en sí misma.

Las calles del barrio de Treme (¡ver esa serie es de obligado cumplimiento!) recuerdan la tragedia con paredes enmohecidas, cimientos desnudos y ventanas sin cristales. pero no falta un collar en la puerta. Dorado para el poder, verde para la fe y violeta para la justicia. En esencia, lo que es New Orleans, una ciudad con el poder de absorber al viajero hasta el punto de contar los días para volver. Con la fe de recuperar su esplendor pese al desastre, y con la esperanza de que, si hay justicia divina, ésta recompense a la ciudad.

Recuerdo un calor pegajoso, húmedo, un cielo gris y tormentas, andar por el parque Louis Armstrong vacío y buscar la mejor hamburguesa de New Orleans en un antro sin apenas luz (respondo por la hamburguesa, en Port of Call, 838 de Esplanade Avenue. Parades, libertad, música por doquier, librerías que parecen galerías de arte y tiendas de cachivaches que resultan ser librerías (perderse en el laberinto que suponen los escasos metros que ocupa Librairie Old Books en el 823 de Chartres St. es una delicia)

Es que un nativo te saque a bailar un swing al ritmo de un clarinete y ante la negativa por miedo a hacer el ridículo te diga «Don ́t worry, babe, I can make you look good» Y cruzar la calle y descubrir un grupazo, el de Dominic Grillo &the Frenchmen Street All-Stars, y comprar una armónica porque sí, porque no lo vas a tocar en la vida, y que el dueño del tenderete te invite a un concierto de su grupo (The Smoky Greenwell Band) esa noche.

Y merendar los buñuelos del Cafe du Monde (el del French Quarter) mientras en la mesa de al lado un grupo de señoras cantan un gospel con una sola frase «Thank you, thank you, NOLA»

Thank you, Nola, nos vemos en febrero.

Nueva Orleans, entre Treme y el Mississippi

 

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