La Ibiza que no sale en las fotos

Hace siete días que me operaron de ligamento cruzado. Una semana que ha pasado entre bolsas de hielo, Enantyum y la primera temporada Borgen (tenéis que verla!)

Ya he empezado con la rehabilitación. Flexiones de rodilla, primeros pasos, movimiento de tobillo… Todo con un objetivo claro. ¿Volver a hacer vida normal? No. Rotundamente no. Al menos, no a corto plazo. En un mes y una semana vuelo a Ibiza. Y no va a haber ligamento cruzado que me fastidie las vacaciones.

No tengo ninguna intención de hacer turismo fluorescente ni de tatuarme las cerezas del pecado. Y eso que las muletas darían mucho juego en cualquier fiesta de Amnesia o Space. A mí me mola la otra Ibiza. La del pasado fenicio que no aparece en las fotos. La que pasa de los pechos de silicona y los guaperas de gimnasio.

Una Ibiza que se refugia en las calas sin altavoces. Como Benirras, en donde los últimos hippies de la isla marcan el ritmo del verano a golpe de djembé. O Cala Saladeta, una pequeña porción de arena recogida entre árboles a la que solo se puede llegar después de cruzar por varias rocas. Lugares con turistas, sí, pero con alma. Muy alejados de la archiconocida playa de Las Salinas (la salinera, ubicada justo antes de la playa, sí que merece una visita) o Cala de´n Bossa en donde el postureo se hace arte

Una Ibiza que se debe recorrer sin prisa. Desde Portinax hasta Es Cubells; desde Santa Eulalia hasta San Josep. Resulta casi obligado rutear por la costa suroccidental de la isla. Cala Tarida, cala Bassa, Cala Carbó y las playas de Comta. Si tu bolsillo lo permite (calcula 35 – 40 € por persona) y llevas efectivo (no permiten pagar con tarjeta), date un homenaje y cómete una paella de marisco, regada con sangría de cava, en Es Buldado. Un restaurante colgado en un acantilado sobre Cala D´Hort, que presume de tener las mejores vistas de Es Vedra, el islote mágico de Ibiza.

La Ibiza que a mí me gusta es la que te lleva de paseo por el mercadillo hippie de Las Dalias (martes y jueves), te invita a comer en Can Anita (un patio en el que está la oficina de correos de San Carlos y que tiene los mejores montaditos de la isla) y termina el día sonriéndote en la terraza del Tira Pallá.

Una azotea reconvertida en terraza musical ubicada en la parte vieja de Ibiza (justo en el inicio de la calle del Carmen). Mojitos de sabores inverosímiles (el de melón es de otro planeta) bailan el ritmo de MGMT mientras la noche ibicenca se apodera de todo.

Si lo tuyo no es el “chunda-chunda”, desde el Tira Pallá debes cruzar hasta el Teatro Pereyra. 200 metros de recorrido en los que te ofrecerán de todo. No te asustes. Esto es Ibiza. El Pereyra es un local con música en directo. Una banda residente revisa clásicos del rock en tres pases diarios. La voz de Samara Brown es el alma musical de esa Ibiza que vive tan lejos de los bafles de Privilege.

Teatro Pereira

Despertar en Ibiza es duro. Durísimo. Sobre todo si te pasaste con los mojitos.

En El Puntal en Santa Eulalia, regentado por una pareja de cántabros bien majetes, entenderán tu situación. Barra de pinchos imponente, croasanes recién hechos y café del rico. Así es más fácil decidir si vas a cruzar a Formentera para una excursión de un día (Illetas merece la pena), si caminarás hasta el Castillo de Ibiza (mejor de noche), si bajarás hasta Cala Llonga para comer luego en Casa Piedra (no saltárselo, por favor!) o si decidirás pasar el día mirando cómo los guiris se carbonizan en Aguas Blancas.

Todos estos planes se agolpan en mi cabeza mientras flexiono una y otra vez mi maltrecha rodilla. No existe un aliciente mejor para acotar los plazos de mi recuperación

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