
Cartel indicando la entrada
Hasta hace pocos meses ni siquiera sabíamos que existían secuoyas en Cantabria, de hecho fue gracias a una amiga que nos dijo que había estado y merecía la pena hacer una visita.
Está muy cerca de la salida 249 de la autovía A-8 a la altura de Cabezón de la Sal. Sigues en dirección a Comillas y en menos de un km hay una pequeña zona de aparcamiento. Has llegado.
En cuanto bajas del coche ya se ve la entrada y tras unos pocos pasos descubres unos árboles altísimos de un color rojizo y con una corteza «esponjosa», acabas de entrar en el bosque de Secuoyas del Monte Cabezón.
Parece ser que en la década de los 40 se plantaron en la zona varias especies no autóctonas con el fin de conseguir madera y entre robles americanos, pinos y castaños japoneses se trajeron unas cuantas secuoyas por su rápido crecimiento y tamaño.
Algunos datos del bosque son las 2,5 hectáreas que ocupan, las más de 800 secuoyas y los 36m del que parece ser el ejemplar más alto.
El paseo es agradable, comienza en la entrada y continua descendiendo entre grandes árboles por sendas acondicionadas con escaleras de madera. No se tarda más de 30 o 45 minutos en dar la vuelta completa y merece la pena pararse en alguno de los bancos para disfrutar de la tranquilidad y el aire fresco. Sólo le pondría una pega, la autovía está a escasos 200m del bosque, en momentos de mucho trafico el ruido molesta un poco, pero la naturaleza puede con ello.

Bosque frondoso

El color rojizo de la madera de las secuoyas sorprende nada más entrar
Y estas son pequeñas, quién pudiera ver las de California
No hay forma de ver las copas de los árboles, suben hasta el cielo
Somos chiquititos
En el interior del bosque se respira tranquilidad, su frondosidad hace que te olvides de todo, salvo del ligero ruido de la autovía
Árboles, árboles y más árboles
Tumbarse y mirar al cielo, un espectáculo precioso
Los colores en un día despejado son una gozada